Separarse con hijos/as

La familia, tenga la forma que tenga, es una parte central de nuestras vidas.Y como en cualquier tipo de relación, el conflicto forma una parte natural. La cuestión es cómo lo gestionamos. Y aunque los gestionamos de manera constructiva o colaborativa, a veces se llega a un punto en el que sentimos que la relación debe cambiar para poder estar bien o alcanzar nuestros objetivos. Es cuando llega la difícil decisión de separarse, de «romper» con ese proyecto de vida en común. Durante la separación se deberán afrontar temas tanto emocionales como más «prácticos» en relación al día a día y a todo aquello que formaba parte del proyecto de vida común, esto último especialmente si también somos padre/s o madre/s.

Hace un tiempo tuve un caso de familia que ilustra el tipo de temas que se pueden tener que afrontar ante una separación o divorcio. Fue el caso de Jan y la Lia (nombres ficticios): una pareja en la que Jan había trabajado para tirar adelante a la familia fuera de casa y Lia había trabajado para tirar adelante a la familia dentro de casa (y esporádicamente fuera).Tenían un hijo de unos 10 años.

Después de haber intentado de todas las formas posibles que la relación funcionara, decidieron separarse. El conflicto ya había escalado bastante, se encontraban en medio de una alud emocional que los arrastraba, la comunicación era agresiva y pasvo-agresiva, usaban mucho el sarcasmo, y la escucha era muy escasa.

Habían pospuesto la decisión todo lo que habían podido. Había miedo, inseguridad e impotencia: Lía, que profesional y económicamente lo tenía complicado; y Jan, que quería una guarda y custodia compartida que le haría afrontar cómo gestionar el equilibrio entre la vida familiar y profesional.  Y mucha rabia, también, por todo lo que había pasado, lo que se habían dicho y lo que habían hecho.

Como os podéis imaginar tomar decisiones de mutuo acuerdo desde aquí es complicado.

Cuando llegaron a mediación no se querían ni ver. Ya no convivían juntos, la Lia había pedido ayuda a su familia porque la vivienda familiar era d’en Jan. También había rencor y rabia por temas relacionados con la vida profesional de cada uno. Así pues, hicieron falta algunas sesiones de mediación para que pudieran «ventilar», desfogarse, a la vez que profundizaba en el conflicto para entender mejor sus posiciones, intereses y necesidades. Esto ayudó a reducir un poco la tensión para empezar a explorar con más profundidad si había puntos de acuerdo.

Los puntos de acuerdo y desacuerdo estaban en un 50/50, así que lo primero que hicimos fue definir y recoger todo aquello en que había acuerdo, después seguimos trabajando los puntos donde no había demasiadas diferencias y acabamos con los puntos que parecían más difíciles. Esto es un poco como cuando queremos llegar a una cima: cuanto más cerca del final, más difícil es hacerse atrás y echar a perder todo el camino ya recorrido. Es una manera de trabajar la voluntad de llegar a un acuerdo.

Finalmente, tras agotar seis sesiones de mediación, se pudo llegar a acuerdos, incluso con los temas difíciles como fueron en este caso el económico.

También os diré que el conflicto en sí no se resolvió. Pero se redujo. Los conflictos no siempre los podremos «solucionar», no siempre conseguiremos que desaparezcan. El conflicto habitualmente no aparece y desaparece como un cometa en el cielo, sobre todo cuando son tan intensos. Los conflictos son más bien como volcanes: los tenemos a nuestro alrededor activos o inactivos, «simplemente» debemos tener recursos para saber cómo actuar cuando entran en erupción.

La mediación ofrece el espacio para que el conflicto desescale, que se haga pequeño, que haya menos actividad en la cámara magmática. Aunque no lo solucionamos del todo. ¿por qué? Pues porque para digerir todo lo que pasa en conflictos como el del Jan y la Lía necesitamos, entre otras cosas, tiempo. Unos buenos acuerdos con los que nos sintamos satisfechos también nos ayudarán.

Los conflictos representan un desgaste emocional importante (estrés, ansiedad…) y gestionarlos nos ayudará a cuidar de nuestra salud mental. Si convertimos un conflicto en una competición, en una guerra, los costes pueden llegar a ser importantes. Gestionarlos de manera colaborativa nos llevará, más a menudo, a estar mejor. La función de un mediador/a es precisamente la de ayudar a las partes a conseguir gestionar los conflictos de esta manera.

Para hacerlo, nos pueden ayudar tres preguntas: ¿dónde quieres ir o cuál es el futuro que quieres? ¿Qué es más importante para ti? Y hay alguna manera en que este conflicto/problema te pueda acercar?

Ya sé que me he desviado del tema. Pero es que eso es lo que se trabajó con Jan y la Lía. Los mediadores/as hacemos muchas preguntas. Es nuestra herramienta de trabajo principal. Indagar sobre estos objetivos, esperanzas o ilusiones, ayuda a mover el foco del problema del pasado al futuro, de aquello que ya no tiene solución a lo que podemos todavía decidir (de manera realista y tratando los temas del pasado necesarios, claro está). Es aquí donde, a menudo, encontramos los puntos de acuerdo.

En Jan y la Lia, en medio de su conflicto, tenían puesto el foco en todo aquello que les estaba generando problemas, porque eran amenazas y la programación de base de nuestro cerebro es la supervivencia. Después de examinar estos temas y afrontarlos, llega el momento de crear, de elegir el camino que tomaremos y trabajar para conseguirlo.

Jan y Lia eligieron sus caminos. La mediación fue solo un primer paso, previo a muchos otros. Pero lo que es cierto es que este primer hito les dio perspectiva sobre el territorio que tenían para explorar, del futuro que tenían por delante.

¿Cuáles son los beneficios de haber elegido la mediación?

  • Menos costes temporales y económicos. Más rápida y ágil que la vía judicial.
  • Menos costes emocionales: la mediación ayuda a disminuir la tensión y estrés del proceso de separación o divorcio y es menos agresiva que la vía contenciosa. Además, cuida del bienestar de vuestros hijos/hijas.
  • Decidid por vosotros mismos los acuerdos, no os los impone un tercero. Por lo tanto, son personalizados y con una alta tasa de cumplimiento.
  • Se trabaja la comunicación de cara a la «nueva» relación padre-madre-no_pareja.
  • Se pueden afrontar otros temas importantes para vosotros, por ejemplo la relación con otros familiares (abuelos, tíos, primos…)

La mediación aporta recursos a las familias para gestionar conflictos, para afrontar un divorcio o separación, y para prevenir conflictos.

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