El libro «Más allá de la neutralidad» de Barnard Mayer, nos presenta lo que llaman la «crisis en la resolución de conflictos», basándose en la mediación como herramienta principal de este ámbito. En él expone, entre otros aspectos, cómo y por qué considera que los oficios de resolución de conflictos están en crisis. Me gustaría compartir lo que me ha parecido interesante, pues encuentro que en muchos sentidos está en lo cierto.
Seguramente uno de los aspectos que más nos llama la atención es la crítica al tan aclamado tercero neutral, que solemos plantear como un factor esencial en la mediación. La reflexión que se hace sobre esto es a raíz de que esta definición crea desconfianza en las partes, además de dar sensación de falta de compromiso. ¿Cómo puede ser alguien absolutamente neutral? Lo que debemos visibilizar es la capacidad del mediador para tratar de igual forma a las partes, de equilibrarlas y darles las mismas oportunidades.
Es habitual encontrarte con personas que transmiten de una forma u otra que la mediación es la mejor vía de resolución de conflictos. Pero, tal como transmite Mayer, en este ámbito hay muchas otras funcione: proveedor, maestro, constructor de puentes, mediador, árbitro, igualador, sandor, testigo, componedor y pacificador. Algunas de ellas pueden formar parte de la mediación, pero otras no. En este sentido, también considera que limitar la tarea de los mediadores a la resolución de conflictos, es cerrar puertas. La resolución no siempre es oportuna o útil en el proceso del conflicto. Con esto, señala que el rol del mediador se debe redefinir y afirma que es «aquel que ayuda a las personas a implicarse de una manera constructiva en todas las fases del proceso del conflicto.»
Para Mayer, la mediación se acepta en tres circunstancias:
- El conflicto está en una gama media de intensidad
- Las alternativas a la mediación no son posibles o son impracticables
- Las partes están comprometidas con el conflicto y preparadas para resolverlo
Otra crítica de Mayer a la forma de concebir la mediación es acerca de la demonización de la competición frente la cooperación, así como la de la rabia y los adversarios. Para él, y creo que es un planteamiento interesante dado que a veces la competición es necesaria e inevitable, el enfoque que se debe tomar es el de ayudar a las personas a competir de forma constructiva. Esto se conseguirá, según él, cuando los participantes sean sabios, estén informados, sean habilidosos y éticos.
En esta línea, también critica la posición acerca de las soluciones win-win (ganador-ganador), defendiendo que con lo que tenemos que trabajar son con los elementos distributivos.
Critica también la exclusión de las posiciones, defendiendo que debemos ayudar a las partes a articularlas para «comprometernos con ellos en sus propios términos». Afirma que transformar posiciones en intereses es una táctica y no un fundamento de la intervención o de la aproximación al conflicto.
Una de las últímas críticas es acerca de la resolución de conflictos como un proceso. Afirma que es más que esto, que es un sistema de interacción que puede implicar múltiples procesos, energías, agentes, formas de comunicación… que pueden conducir a reorganizar el sistema.
Para ir terminando, quiero destacar los aspectos que, según Mayer, funcionan de la mediación o que representan ventajas en relación a otros métodos de resolución:
- favorece la comunicación,
- mantiene la confidencialidad,
- alienta a asumir responsabilidad,
- es congruente con los valores,
- permite la creatividad,
- ayuda a la negociación,
- ayuda a enfrentarse a elecciones y tomar decisiones,
- construye puentes,
- construye relaciones,
- ayuda a diseñar el proceso de interacción y solución de problemas.
Como conclusión, después de leer a Mayer, creo que deberíamos pensar como definimos la mediación y como hablamos de nuestro oficio. Es importante que se vea que, como mediadores, nuestra función no es «sólo hablar», sino que tenemos técnicas, herramientas, conocimientos y habilidades que nos definen como profesionales.