Dos matrimonios, adultos y civilizados, se encuentran para resolver un incidente protagonizado por sus hijos pequeños: uno de ellos le partió dos dientes al otro en una pelea en la plaza. Nada que unos padres civilizados no puedan resolver.
Con este planteamiento arranca la obra «Un dios salvaje» de Yasmina Reza (2006), que quizás os suena por la adaptación de Polanski del 2011 (os dejo el tráiler debajo). Así pues, he creído interesante empezar los análisis de conflictos de libros a partir de este, donde el conflicto tiene un papel central muy obvio.
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Las partes en conflicto son dos familias:
- Veronique, Michel y su hijo Bruno
- Anette, Alain y su hijo Ferdinand
Aunque en realidad son los chicos los que se han pegado, los padres intentan buscar una solución de una forma «civilizada» a la pelea, conteniendo sus emociones y sentimientos. Parece que Ferninand pegó a Bruno, pero se entrevé algún tipo de exclusión de Ferninand en el grupo de Bruno. Los padres mantienen un diálogo en casa de Veronique y Michel, donde tiene lugar toda la narración, y pronto empieza a escalar el conflicto.
Con el aumento de la tensión empezamos a ver como se desvía la conversación una y otra vez, cosa que nos permite descubrir conflictos paralelos, así como asuntos sobre los chicos que no conocíamos. El diálogo incita a hablar así que acaban hablando de muchas cosas y mucho de nada. Consiguen ir reconduciendo el diálogo cada vez que se desvían demasiado de la cuestión de sus hijos. Aunque esto también se usa como excusa para evitar hablar de determinados temas, por ejemplo cuando Anette intenta hablar del origen del conflicto.
Me gustaría cerrar esta entradan con una reflexión: aunque queramos ser muy civilizados y educados, en situación de conflicto solemos no poder gestionar todo lo que nos está pasando. No sólo a nivel de los múltiples factores que pueden influir la situación del momento, sinó también a nivel intrapersonal (emociones, sensaciones, prejuicios…). Así pues, esta breve obra me sirve como ejemplo perfecto de una situación en la que podría haber sido útil recurrir a una mediación. Aunque obviamente el asunto está tratado con humor en forma de sátira, es un ejemplo claro en que el diálogo podría solucionar el asunto. Pero es bien cierto que el diálogo no siempre fluye por el simple hecho de intentarlo.